La violencia contra las personas trans en México, muchas veces manifestada a través de crímenes de odio, se ha recrudecido, por lo que es necesario hablar de los transfeminicidios ocurridos durante 2022.
Entre los días 25 y 29 de septiembre de 2022 tuvieron lugar los transfeminicidios de 3 mujeres trans en distintas entidades de México. La primera de ellas fue Isabella Álvarez, quien era una activista de 25 años de León, Guanajuato. En esta misma localidad justo un año antes ocurrió el asesinato de la estilista y activista Devanny Cardiel, quien además era embajadora trans de dicho estado.
La segunda víctima fue Luna Flores, quien laboraba como trabajadora sexual y tenía 30 años, en Iguala, Guerrero. Por último, se encuentra la activista de Oaxaca Rosa Salvaje, de 50 años. En vida, ella militó en diversos partidos políticos y se involucró profundamente con su comunidad. Además, era dueña del establecimiento con el que compartía nombre.
Algunos días antes, fueron también asesinadas Teresa Montaño, de 22 años, de Tecomán, Colima, quien, según información recopilada por Agencia Presentes, trabajó tanto en un restaurante como en trabajo sexual, y la activista Susana Villareal, de 54 años, en Durango. Susana trabajó como actriz en la serie de Netflix Somos con el papel de Madame. Además, era dueña de una tienda miscelánea, según reporta El Sol de Durango.
Panorama general
La violencia transfeminicida en el país parece tristemente venir en periodos de recrudecimiento, donde se conglomeran los crímenes de odio contra la población trans en fechas consecutivas. Así ocurrió también con los asesinatos de Valeria Carrasco de Colima, Kendra de Tijuana, e Ivonne de CDMX en julio de 2021. CONOCE LA SITUACIÓN DE LOS TRANSFEMINICIDIOS EN MÉXICO DURANTE 2021.
De igual manera, se pueden identificar estos patrones de violencia incluso varios años atrás, hasta llegar a fechas como septiembre y octubre de 2016. Durante ese año fueron asesinadas 3 mujeres trans sin identificar sus identidades en Veracruz, Puebla y Baja California, las trabajadoras sexuales Paola Buenrostro y Alessa Flores en Ciudad de México, la joven Itzel Durán, de apenas 19 años, en Chiapas, Ariel Carvajal en Guanajuato, y Cheva en Chihuahua, entre otras más compañeras trans.
Pese a los esfuerzos de documentación rigurosa por parte de periodistas especializados en diversidad sexual y organizaciones LGBT+ para determinar los hechos de los crímenes con amplitud, es el mismo periodismo dominante en el país el primer obstáculo para identificar y obtener información verídica de estos acontecimientos.
Al no haber una sensibilidad y dominio sobre terminología apropiada, se va desde la malgenerización de las víctimas hasta al directo borrado de su identificación como personas trans dentro de las notas periodísticas de los casos. Por tanto, nos enfrentamos a la realidad de que hasta 2022 los transfeminicidios en México son una violencia infradocumentada. MIRA NUESTRA GUÍA PARA HABLAR DE PERSONAS TRANS EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
Importancia de la documentación de las realidades que atraviesan los transfeminicidios en México
Este parcial desconocimiento de los hechos se suma a la aparente multifactoriedad de los crímenes de odio, como originarse en lugares con distintas formas de violencia (por ejemplo, narcoviolencia). Y también es necesario considerar la inacción de autoridades locales, estatales y federales en la materia. Esto convierte al transfeminicidio no solo en un crimen con complejidades al momento de conceptualizarlo, sino en una violencia estructural de la cual no existe una ruta clara para su combate.
Incluso, un desafío no es solo lo poco que se documenta en medios masivos el transfeminicidio. También es problemática la sensacionalización de este a forma de perpetuar la narrativa de las vidas trans como inherentemente trágicas. Esto ha resultado en erróneas conjeturas generalizadas sobre el suceso, como la falsa pero extendida afirmación del promedio de vida de 35 años en las mujeres trans para América Latina. Sin embargo, este promedio no sería posible de obtener gracias a las omisiones —que ya señalé— en la documentación del transfeminicidio y la falta de mecanismos para esta en diferentes países de América Latina.
Dicho promedio proviene de un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2015. En este se documentaron 594 homicidios de personas LGBT+ ocurridos entre enero de 2013 y marzo de 2014. Del total de mujeres trans dentro de esta cifra, que son 282, alrededor del 80% estaba en el rango de edad de 35 años.
Sabemos menos de lo que creemos
Esto no quiere decir que no haya una clara emergencia ante los crecientes crímenes en contra de mujeres trans a lo largo del país. Sin embargo, sabemos menos de este fenómeno de lo que creíamos. Y eso complica aún más el desarrollo de políticas públicas que puedan responder eficazmente a una problemática cuya naturaleza seguimos descifrando.
Es desde esta complejidad que las pocas estrategias de respuesta a los transfeminicidios en México quedan cortas para combatirlos. Estas resultan en lo general centralizadas en una resolución penal como agravantes sobre el delito de homicidio, que responde a un crimen consumado, pero no hace nada por prevenirlo.
La certidumbre que merecemos no es que habrá una sanción si nos quitan la vida, sino la certeza de que nuestra vida no será interrumpida. ESTOS SON LOS ESTADOS QUE CASTIGAN LOS CRÍMENES DE ODIO EN MÉXICO.
Violencias estructurales son antesalas del transfeminicidio
La continuidad del transfeminicidio como una realidad asumida como posibilidad para sí mismas en la generalidad de las mujeres trans no solo es resultado de factores más directos como los conflictos armados, disputa de plaza o territorio entre el crimen organizado, la precariedad en el trabajo sexual o la misoginia, sino que, al igual que el feminicidio, el transfeminicidio tiene como antesalas otras violencias estructurales.
Por ejemplo: la violencia doméstica, donde las mujeres trans no somos reconocidas como sujetas que podamos vivir dicha violencia por la familia o la pareja, y quedamos sin la posibilidad de refugiarnos en albergues destinados a mujeres víctimas de violencia.
También la violencia sexual o el acoso sexual en el transporte público, con la complejidad de poder ser expulsadas de áreas destinadas a disminuir dichas vivencias —como las áreas para mujeres— debido a la transfobia, y más omisiones estatales en materia de transfobia que no contemplan sus cruces con la misoginia y dejan a las mujeres trans con todos nuestros problemas en común con las mujeres cis, pero careciendo de muchos recursos para protegernos.
Si estas últimas son insuficientes para proteger a las mujeres cis, a las mujeres trans nos dejan completamente expuestas a las violencias transmisóginas que gradualmente evolucionan y aumentan, hasta resultar en el transfeminicidio no como una violencia aislada, sino como esta suma de vulnerabilidades no atendidas por un Estado que no busca proteger a las mujeres.
¿Por qué es necesario complejizar nuestro entendimiento sobre los transfeminicidios?
El pensar en el transfeminicidio de una manera amplia, conglomerante de sus diferentes antesalas, probablemente nos pueda llevar a un mejor entendimiento del fenómeno, y nos muestre los datos necesarios aplicados en nuestro contexto, con las cifras correctas, dándonos un marco para pensar de forma más certera en una estrategia integral de combate al transfeminicidio; a la violencia transfóbica, cis-sexista y misógina que sostienen al transfeminicidio.
Por la situación en pleno 2022, es necesario cuestionar cómo se abordan los transfeminicidios en México desde el Estado y la sociedad. Merecemos más que el castigo a quienes nos quitan la vida. Merecemos conservar nuestra vida.
Con información de Democraciajoven.mx, Agencia Presentes, El Financiero, Animal Político, El Sol de Durango y CIDH