Lesbiana, bisexual o pansexual, si has estado en relaciones lésbicas, seguramente has vivido alguno de estos problemas ridículos. ¿A poco no?
Celos, peleas, malos entendidos… ninguno de estos problemas es exclusivo de un género u orientación sexual. Sin embargo, existen problemas que parecen solo suceder en las relaciones lésbicas. En realidad estos contratiempos son situaciones tan ridículas que no pensamos en su existencia sino hasta que nos vemos envueltas en ellas. Pero, aun así, te aseguro que ninguna mujer LGBT+ se escapa de haber vivido, al menos una vez, alguno de los escenarios que aquí te presentamos.
Cuando se sincroniza el ciclo menstrual
Todo está bien mientras cada una tenga sus días. Cuando una cae, la otra la consiente y la cuida hasta que se encuentra mejor. Pero pasan los meses y cada vez sus periodos llegan en días más cercanos. La diferencia pasa de ser de dos semanas, a una, a media, a un día o dos. Y no solo son los días con sangrado, el síndrome premenstrual puede ser todavía más mortal para su relación. ESTAS SON LAS MANERAS EN LAS QUE LAS LESBIANAS SOMOS BIEN INTENSAS.
No es que no puedan comunicarse o entenderse en ningún momento. El verdadero problema llega cuando las reacciones más guturales e instintivas salen de nosotros, y la otra responde. Hay veces en las que la tensión simplemente es demasiada y hay que ser pacientes con nuestra pareja y con nosotras mismas para que esto pase.
El punto es siempre recordar la dinámica que manejan, incluso en momentos tan tensos como el periodo. Nunca olvides esto y te evitarás muchos más problemas en esta y todas tus relaciones lésbicas.
¿Quién saca la cucaracha voladora del baño?
De los problemas ridículos de nuestra lista, este es uno que seguramente llega en 8 de cada 10 relaciones lésbicas. De verdad esto no parece un problema hasta que en el baño te encuentras tres cucarachas —gigantescas, según tú— en la regadera, el excusado y el lavabo. Ya se acabó el mata insectos y lo peor: ¡en cualquier momento podrían volar y caerte en la cara! Tu novia te mira como diciéndote: «¿Qué esperas para sacarlas?».
Intentas con todas tus fuerzas acercárteles tranquilamente pero ¿a dónde se fueron todas? Resignadas, abandonan el área y esperan a que los monstruos escondidos entre las paredes decidan irse por sí mismos.
¿Alcanzas tú? Yo tampoco 🙁
Este problema se soluciona fácilmente si en una relación lésbica hay al menos una persona que mide más de 1.60 m. Pero, cuando compartes vida con un hobbit del mismo tamaño que tú, la situación es diferente. La cocina, el armario y cualquier superficie que no quede al alcance de la mano se vuelve un reto. A veces tu novia te pide ayuda por los 5 centímetros extra que tú tienes pero, la mayor parte de las veces, es necesario escalar las alacenas y repisas. Si logran superar su orgullo, es posible que terminen comprando un banquito. Si no, se volverán expertas en escalar alacenas.
¿Eso no era mío? Sí, era.
Andar con alguien con quien puedas compartir ropa parece, en un inicio, una gran ventaja. El clóset es ahora lo doble de grande y podrás completar tus looks con cosas que la otra ya tenía, ¿no? Muchas pueden salvarse de este problema en su relación lésbica si los gustos de ambas son similares. Sin embargo, para quienes sus gustos son totalmente diferentes, esto puede ser un gran contratiempo.
La fantasía se rompe cuando te das cuenta de que tu novia es feliz utilizando tus playeras, sudaderas y pantalones. Las usa diario para salir a la calle o como pijama. Tú, por otro lado, no estás segura de si los sacos rosas y los leggins estampados sean algo que te mueres por tener en tu armario.
Ante esta situación, no hay nada más que rendirse y guardar con recelo tus cinco sudaderas y playeras favoritas mientras ves cómo el clóset de tu pareja devora al tuyo.