Hemos escuchado mucho sobre el poliamor, pero esta es la historia real de alguien que lo experimentó y sobrevivió para contar su historia.
El poliamor nunca fue un tema entre nosotros. Yo llevaba puesta mi camiseta de Sonic Youth y veía despreocupado de tanto en tanto las notificaciones en mi celular. Mi novio frente al televisor, consumía con frenesí los coloridos escenarios de Halo 2.
Llegó el mensaje esperado y el nuevo llegó. Era guapo, no necesariamente mi tipo, pero se le notaban el ejercicio y las sentadillas. Mi novio y él parecieron entenderse muy bien. Estuvieron jugando en el X-box por mas de dos horas, mientras yo los veía desde lejos con desinterés. Hasta que por fin nos quitamos la ropa y cayeron entonces los besos y las caricias. Era un juego regular para nosotros, incluir a un tercero y dejarnos llevar por los placeres que las circunstancias nos dictaran. No era más que un pasatiempo inocente, nada que ver con poliamor.
¿Cómo comenzó?
Mi novio y yo llevábamos poco tiempo juntos. Aun así, habíamos decidido conducir nuestra relación bajo dos principios básicos: confianza y libertad. Por eso no me sorprendió cuando me comentó que había mantenido conversaciones regulares con el nuevo, ni cuando confesó que ya habían tenido sexo sin mí. No estoy seguro si eso me dolió, solo sé que no estaba contento, pero preferí no decir nada. El poliamor seguía sin asomarse en mi mente.
Entre tanto, arreglamos una cita entre los tres y disfrutamos de las maravillas de la vida nocturna de CDMX. Mientras la noche crecía, también nuestros deseos y terminamos protagonizando una escena mejor que las de las pornos más sucias de la deep web. Me divertí, lo recuerdo bien porque fue así como me sentí. Pero para mí esto seguía siendo un hobby, el poliamor no era un tema a discutir.
Y de pronto estábamos saliendo a comer los tres, viendo películas juntos y haciéndonos confesiones nocturnas que nos hacían entender que aquí había algo más. El nuevo me agradaba, era amable y muy amoroso conmigo. Y aun así, no sentía que tuviéramos muchas cosas en común. En cambio, ellos compartían mucho.
Por las mañanas ellos tenían su maratón particular de Naruto, por las noches a mí me tocaban las sesiones de karaoke con música de los Dead Kennedys. Mi novio lo notó y me explicó que para que los tres pudiéramos continuar con esto, el nuevo y yo teníamos que tener una relación independiente de él.
¿Cómo terminó?
Y así lo intentamos. Nos reuníamos para ver stand ups o nos hacíamos compañeros de ejercicio, y terminábamos pasando tardes enteras juntos. Lo quería y mucho, pero no de la misma manera que a mi novio. El sexo solo con él era diferente, torpe y no muy orgánico. Los besos se sentían húmedos y ajenos. Siempre creí que los abrazos y las caricias eran incómodos e incluso forzados. ¿Estoy fallando en el poliamor?
Fue ahí cuando llegaron los celos. Comencé a tener estos monólogos internos llenos de preguntas que jamás compartía: ¿por qué ellos se ven más? ¿Cogerán mejor sin mí? ¿Es el nuevo más guapo que yo? Una y otra vez las preguntas se acumulaban como lluvia sobre mi cabeza, hasta que no podía más y lloraba. Lloraba porque lo que sentía era tan real pero tan irracional a la vez.
Pero todo me hizo sentido el día que entré a la habitación y los encontré juntos, uno encima del otro devorándose con una lujuria animal que me destruyó el corazón. Sentí cómo explotaba desde adentro y poco a poco hacía cenizas todo mi cuerpo. Solo pude cerrar la puerta y deshacerme contra la pared del pasillo, con lágrimas cayendo por mis mejillas. Entonces la rabia se apoderó de mí y solo me recuerdo estando en la sala a medio vestir y con mi novio viéndome totalmente confundido.
Nope, la ansiedad sigue ahí.
— Amibición Rubia (@panicozatanico) April 14, 2020
Entonces, lo dije todo. Cómo me sentía por dentro, cómo me golpeaban los celos y las dudas y cómo no me sentía feliz desde que habíamos decidido que los dos tendríamos a un tercero en nuestras vidas. Pero era muy tarde, él ya estaba ahí, no podíamos deshacernos de él así como así.
Una semana después, el nuevo propuso que formalizáramos nuestra relación poliamorosa, y ninguno dijo nada. Y lo entendí, el nuevo era mi amigo, una persona en la confiaba y que agradecía cerca de mí, pero no estaba ni cerca de estar enamorado ni un poquito de él.
Les propuse que ellos tuvieran una relación, mientras mi novio y yo teníamos otra. Eso me hacía sentir mucho más tranquilo, pues ya no tenía que fingir un interés irreal por alguien a quien no amaba. Ninguno de los dos aceptó.
Tiempo después mi novio reconoció que el nuevo estaba en desventaja y que de haber sido el caso, jamás hubiera podido escogerlo a él sobre mí. Yo aún platico con el nuevo, pero entiendo que mi novio y él se han distanciado desde entonces.
Aprendí que hay que ser vocales con lo que sentimos, incluso si creemos que es algo irracional. Es mejor decir las cosas en cuanto ocurren, en lugar de dejarlas correr y terminar lastimando a personas que no lo merecían. Las relaciones poliamorosas solo funcionan si todas las partes están de acuerdo y aceptar por presión solo postergará el dolor que algunos sentimos dentro de ellas.
Hoy aún me siento culpable, sobre todo porque sé que el nuevo está solo, pero no puedo evitar sentirme de la manera en la que lo hago. No me cierro, aún creo que el poliamor es posible, solo que con las personas correctas. Sobreviví y hoy me siento más listo para el amor que antes.
¿Alguna vez has experimentado con una relación poliamorosa?
Con información de Vice y Psico LGBT